Array Array - La senorita de Tacna
- Название:La senorita de Tacna
- Автор:
- Жанр:
- Издательство:неизвестно
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг:
- Избранное:Добавить в избранное
-
Отзывы:
-
Ваша оценка:
Array Array - La senorita de Tacna краткое содержание
La senorita de Tacna - читать онлайн бесплатно полную версию (весь текст целиком)
Интервал:
Закладка:
Al iluminarse el escenario, está allí la Señora Carlota. La Mamaé, desde su sillón, la examina con respeto. Se pone de pie y —rejuvenecida— va hacia ella.
MAMAÉ
Buenas tardes, señora Carlota, qué sorpresa. Mis tíos no están, ni Carmencita tampoco. Siéntese, por favor. ¿Le puedo ofrecer una taza de té?
SEÑORA CARLOTA
«Como salida de una acuarela del maestro Modesto Molina.» Eso oí decir de ti en La Alameda, durante la retreta. Es cierto, eres así.
MAMAÉ
Es usted muy amable, señora Carlota.
SEÑORA CARLOTA
El pelo retinto, la piel de porcelana. Las manos bien cuidadas, los pies pequeños. Una muñequita, sí.
MAMAÉ
Por Dios, señora, me hace usted ruborizar. ¿No quiere sentarse? Mis tíos ya no tardarán. Fueron a dar el pésame a…
SEÑORA CARLOTA
Joven, bonita, y, además, una buena herencia en perspectiva ¿no? ¿Es verdad que la hacienda de Moquegua que tenía tu padre está en curatela y que será tuya cuando cumplas la mayoría de edad?
MAMAÉ
¿Por qué me dice esas cosas? ¿Y en ese tono? Habla usted como si me tuviera enojo por algo.
SEÑORA CARLOTA
Enojo no es la palabra, niñita de mírame y no me toques. Lo que te tengo es odio. Te odio con todas mis fuerzas, con toda mi voluntad. Todo este año te he deseado las peores desgracias de la tierra. Que te arrollara el ferrocarril, que la viruela te comiera la cara, que la tuberculosis te agujereara los pulmones. ¡Que te cargara la trampa!
MAMAÉ
¿Pero, qué le he hecho yo, señora Carlota? Si apenas la conozco. ¿Por qué me dice cosas tan horribles ? Y yo que creí que había venido a traerme el regalo de bodas.
SEÑORA CARLOTA
He venido a decirte que Joaquín no te quiere. Que me quiere a mí. Aunque seas más joven. ¡Aunque seas virgencita y soltera! A él no le gustan las miniaturas de filigrana que quiebra el viento. A él le gusto yo. Porque yo sé algo que tú y las señoritas como tú no aprenderán nunca. Yo sé amar. Sé lo que es la pasión. Sé dar y recibir placer. Sí, eso que para ti es una mala palabra: placer.
MAMAÉ
Ha perdido usted el juicio, señora Carlota. Se olvida que…
SEÑORA CARLOTA
¿Que soy casada y con tres hijos? No me olvido. ¡Me importa un bledo! Mi marido, mis hijos, la sociedad de Tacna, el qué dirán, la religión: ¡un bledo! Eso es el amor ¿ves? Estoy dispuesta a todo, pero no a perder al hombre que quiero.
MAMAÉ
Si es como usted dice, si Joaquín la quiere a usted, ¿por qué ha pedido mi mano?
SEÑORA CARLOTA
Por el apellido que tienes, por la hacienda que vas a heredar, porque un oficial tiene que asegurar su futuro. Pero, sobre todo, porque no puede casarse con la mujer que quiere. Se casa contigo por conveniencia. Se resigna a casarse contigo. Óyelo bien: se re–sig–na. Me lo ha dicho así, cien veces. Hoy mismo, hace dos horas. Sí, vengo de estar con Joaquín. Todavía me resuenan en los oídos sus palabras: «Eres la única que sabe hacerme gozar, soldadera». Porque me llama así, cuando me entrego a él: «Soldadera», «Mi soldadera».
MAMAÉ
(La escucha hipnotizada)
Señora Carlota, cállese ya. Por favor, le suplico que…
SEÑORA CARLOTA
Te estoy escandalizando, lo sé. Tampoco me importa. He venido para que sepas que no voy a renunciar a Joaquín, aunque se case contigo. Ni él a mí. Vamos a seguir viéndonos a tus espaldas. He venido a decirte cuál será tu vida de casada. Preguntarte cada mañana, cada tarde, si tu marido, en vez de haber ido al cuartel, está haciendo el amor conmigo.
MAMAÉ
Voy a llamar a los criados para que la acompañen a la puerta, señora Carlota.
SEÑORA CARLOTA
Y si trasladan a Joaquín, abandonaré a mi marido y a mis hijos y lo seguiré. Y tus dudas, tu suplicio, continuarán. He venido a que sepas hasta dónde puede llegar una mujer enamorada. ¿Ves?
MAMAÉ
Sí, señora, veo. Tal vez sea cierto lo que dice. Yo no sería capaz de actuar así. Para mí el amor no puede ser una enfermedad. No la entiendo. Es usted bella, elegante, su marido una persona tan distinguida, a quien todo Tacna respeta. Y sus hijos, unos chiquilines tan ricos. ¿Qué más se puede desear en la vida?
SEÑORA CARLOTA
Pues bien, quizá así lo entiendas. Estoy dispuesta a sacrificar todo eso que te parece envidiable, por una palabra de Joaquín. A irme al infierno, si es el precio para seguir con él.
MAMAÉ
Dios la está oyendo, señora Carlota.
SEÑORA CARLOTA
Entonces, sabe que es verdad. Cuando Joaquín me tiene en sus brazos, y me estruja, y me somete a sus caprichos, nada más existe en el mundo: ni marido, ni hijos, ni reputación, ni Dios. Sólo él. Eso, no me lo vas a quitar.
MAMAÉ
¿Hace cuánto tiempo que es usted la… la… el amor de Joaquín?
SEÑORA CARLOTA
¿La amante de Joaquín? Dos años. Te voy a contar algo más. Nos vemos todas las semanas en una cabaña de La Mar, al ponerse el sol. A esa hora los negros regresan de las haciendas, cantando. Los oímos. Hemos aprendido sus canciones de tanto oírlas. ¿Qué otra cosa quieres saber?
MAMAÉ
Nada más, señora. Le ruego que se vaya ahora.
SEÑORA CARLOTA
Tú no podrías vivir con Joaquín. Eres demasiado pura para un hombre tan ardiente. Lo dice él mismo. Tienes que buscarte un joven lánguido. Tú no podrías ser soldadera de nadie. Te falta sangre, malicia, imaginación.
MAMAÉ
¡Tiene que irse! ¡Mis tíos llegarán en cualquier momento, señora!
SEÑORA CARLOTA
Que me vean. Que estalle de una vez el escándalo.
MAMAÉ
No estallará por mi culpa. No he oído nada, no sé nada, no quiero saber nada.
SEÑORA CARLOTA
Y, sin embargo, has oído y lo sabes todo. Y ahora, el gusanito comenzará a roerte el corazón. "¿Será verdad que se casa conmigo por conveniencia?» "¿Será verdad
que la quiere a ella?» "¿Será verdad que la llama soldadera cuando la tiene en sus brazos?»
La Señora Carlota sale. Belisario, que al principio del diálogo de ésta con la Mamaé ha estado escribiendo, anotando, echando papeles al suelo, de pronto quedó pensativo, luego interesado en lo que decían las dos mujeres, y, al final, ha ido a acuclillarse como un niño junto al sillón de la Mamaé.
MAMAÉ
(Está regresando hacia su sillón y, viejita de nuevo, habla para sí misma)
¿Será verdad que le dice que soy una niñita de mírame y no me toques? ¿Una
remilgada que nunca sabrá hacerlo feliz como sabe ella? ¿Será verdad que estuvo con
ella ayer, que está con ella ahora, que estará con ella mañana?
Se acurruca en su sillón. Belisario está a sus pies, como un niño, escuchándola.
BELISARIO
O sea que la mujer mala le hizo dar unos celos terribles a la señorita que estaba de novia.
MAMAÉ
Peor todavía. La inquietó, la turbó, le llenó la cabecita inocente de víboras y pajarracos.
BELISARIO
¿Cuáles son los pajarracos, Mamaé? ¿Los gallinazos?
MAMAÉ
(Sigue el cuento)
Y la pobre señorita pensaba, con los ojos llenos de lágrimas: «O sea que no me quiere a mí sino a mi apellido y a la posición de mi familia en Tacna. O sea que ese joven que yo quiero tanto es un sinvergüenza, un aprovechador».
BELISARIO
Pero eso no es cierto, Mamaé. ¡Quién se va a casar por un apellido, por una posición social! Que se quería casar con la señorita porque ella iba a heredar una hacienda, me lo creo, pero lo otro…
MAMAÉ
Lo de la hacienda era falso. El oficial chileno sabía que esa hacienda la habían rematado para pagar las deudas del papá de la señorita.
BELISARIO
Ya estás enredando el cuento, Mamaé.
MAMAÉ
Así que el oficial chileno le había mentido a la mujer mala. Que la señorita iba a heredar una hacienda. Para que lo de casarse por interés, no por amor, resultara más convincente. O sea que no sólo engañaba a la señorita sino también a la señora Carlota.
BELISARIO
¿La mujer mala se llamaba Carlota?
MAMAÉ
Sí. Tenía un apodo feísimo. Le decían: «La soldadera».
BELISARIO
¿Qué quiere decir soldadera, Mamaé?
MAMAÉ
Aj, es una mala palabra. (Distrayéndose, hablándose a sí misma.) Pero no era tonta, decía verdades. Como: «Una mujer sólo puede ser orgullosa si renuncia al amor».
BELISARIO
Ya te fuiste otra vez por tu lado y me dejaste en la luna, Mamaé.
Se pone de pie y regresa a su mesa de trabajo, hablando entre dientes, mientras la Mamaé mueve los labios un momento, como si siguiera contando el cuento. Luego, se adormece.
BELISARIO
La mujer mala… Nunca faltaba en los cuentos. Y muy bien hecho, en las historias románticas debe haber mujeres malas. No tengas miedo, Belisario, aprende de la Mamaé. Por lo demás ¿el papel no aguanta todo? Que la historia se llene de mujeres malas, son siempre más interesantes. ¿Había dos, no, Mamaé? A veces se llamaba Carlota y era una señora traviesa, en Tacna, a principios de siglo. A veces, era una india de Camaná, que, en los años veinte, por una razón muy enigmática, había sido azotada por un caballero. (Se ha puesto a escribir.) A menudo se confundían, entreveraban, y había también ese abanico de nácar que, de repente, irrumpía en los cuentos con un verso garabateado en él por un poeta romántico.
ABUELA
(Entrando)
¡Elvira! ¡Elvira! ¡Pero qué has hecho! ¿Te has vuelto loca? ¡Pero cómo es posible! ¡Tu vestido de novia! ¡Tan lindo, todo bordado de encaje, con su velo que parecía espuma!
MAMAÉ
Me costó media caja de fósforos y quemarme las yemas de los dedos. Por fin se me ocurrió echarle un poco de parafina. Así ardió.
ABUELA
(Desolada)
Pero si la boda es mañana. Si la gente está viniendo para el matrimonio desde Moquegua, desde Iquique, desde Arica. ¿Te has peleado con Joaquín? ¿La víspera de tu boda, Elvirita? O sea que la casa ha sido arreglada con todos esos ramos de cartuchos y de rosas, para nada. O sea que hace un mes que preparamos dulces y pastas por gusto. Hasta acaban de traer la torta.
MAMAÉ
¿De tres pisos? ¿Como en la novelita de Gustavo Flaubert? ¿Con columnas de mazapán y amorcillos de almendra? Ah, aunque no haya boda nos la comeremos. Estoy segura que el italiano Máspoli se ha esmerado, él siempre me hace tanto cariño…
ABUELA
¿No vas a contarme qué pasa? Nunca hemos tenido secretos. ¿Por qué has quemado tu vestido de novia?
MAMAÉ
Porque ya no quiero casarme.
ABUELA
¿Pero por qué? Hasta anoche estabas tan enamorada. ¿Qué te ha hecho Joaquín?
MAMAÉ
Nada. He descubierto que no me gusta el matrimonio. Prefiero vivir soltera.
ABUELA
¿No te gusta el matrimonio? A mí no puedes engañarme, Elvirita. Es la ambición de todas las muchachas y también la tuya. Hemos crecido soñando con el día que formaríamos nuestros propios hogares, adivinando las caras que tendrían nuestros maridos, escogiendo nombres para nuestros hijos. ¿Ya te has olvidado?
MAMAÉ
Sí, ñatita. Ya me he olvidado de todo eso.
ABUELA
No te has olvidado, no es verdad.
La Abuela y la Mamaé continúan su diálogo en silencio. Belisario, que ha levantado el lápiz del papel y está pensativo, concentrado en sus pensamientos, habla como si las estuviera viendo, oyendo:
BELISARIO
Las casas de las dos iban a ser tan ordenadas y tan limpias como la del cónsul inglés. Las sirvientas de las dos iban a estar siempre impecables, con sus mandiles y tocas con mucho almidón, y la abuelita y la Mamaé las iban a mandar al catecismo y las iban a hacer rezar el rosario con la familia. Y ambas se iban a conservar siempre bellas, para que sus maridos siguieran enamorados de las dos y no las engañaran. E iban a educar bien machitos a sus hijos y bien mujercitas a sus hijas. La abuela tendría cuatro, la Mamaé seis, ocho…
Читать дальшеИнтервал:
Закладка: