Мигель Сервантес Сааведра - Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha

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  • Название:
    Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha
  • Автор:
  • Жанр:
  • Издательство:
    Литагент АСТ
  • Год:
    2015
  • Город:
    Москва
  • ISBN:
    978-5-17-088899-3
  • Рейтинг:
    5/5. Голосов: 11
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Мигель Сервантес Сааведра - Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha краткое содержание

Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - описание и краткое содержание, автор Мигель Сервантес Сааведра, читайте бесплатно онлайн на сайте электронной библиотеки LibKing.Ru
«Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский» – знаменитый роман Мигеля де Сервантеса, написанный в начале XVII века. Без сомнения, приключения Рыцаря печального образа и его верного оруженосца Санчо Пансы известны каждому, кто заинтересован в испанском языке и культуре. Данное издание позволит читателю познакомиться с обеими частями великого произведения в оригинале.
Книга сокращена и адаптирована в соответствии с нормами современного испанского языка; в тексте сохранена сюжетная линия и все особенности яркого языка автора. Cноски поясняют сложные моменты, пословицы и реалии, а в конце книги вы найдете краткий словарь.
Предназначается для продолжающих изучать испанский язык (уровень 4 – для продолжающих верхней ступени).

Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - читать онлайн бесплатно ознакомительный отрывок

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–Entonces ―dijo don Quijote― esta gente va a la fuerza y no por su voluntad.

–Así es ―dijo Sancho.

–Pues esta es la razón de mi oficio: impedir la fuerza y socorrer a los miserables ―respondió su amo.

–Sepa vuestra merced ―dijo Sancho― que la justicia no fuerza ni ofende; sólo castiga los delitos.

Llegaron los galeotes y don Quijote pidió a los guardias que le dijeran la causa por la que llevaban atada a esa gente. Uno de los guardias respondió que eran galeotes, gente de su majestad [90] su majestad – Его Величество , y que no había más que decir, ni él tenía más que saber.

–A pesar de todo, querría saber la causa de su desgracia ―dijo don Quijote.

–Acérquese y pregunte a cada uno ―dijo otro de los guardias―, que ellos se lo dirán, porque les gusta decir tonterías.

Don Quijote se dirigió al primero y le preguntó qué pecado había cometido para ir de esa manera. Él le respondió que por enamorado iba así.

–¿Por eso nada más? ―dijo don Quijote―. Si por enamorados los llevan a galeras, hace tiempo que yo estaría en ellas.

–No son esos amores ―dijo el galeote―. Los míos fueron querer una cesta de ropa blanca. Tanto la deseé que me la llevé conmigo y me condenaron a tres años de galera.

Preguntó don Quijote al segundo, pero no respondió palabra, y habló por él el primero:

–Este va por cantar [91] cantar – (зд.) сознаться в содеянном en el ansia.

–No lo entiendo ―dijo don Quijote.

Uno de los guardianes le dijo:

–Señor caballero, cantar en el ansia es confesar por miedo al castigo. Confesó ser ladrón de animales y lo condenaron a seis años en galeras.

Preguntó don Quijote a otro galeote, que dijo:

–Yo voy por cinco años a galeras porque no tenía diez ducados [92] ducados – дукаты, старинные монеты .

–Veinte te daría yo por librarte de este sufrimiento ―dijo don Quijote.

–Ahora no me sirven de nada ―respondió el galeote―. Si entonces los hubiera tenido, podría haber comprado con ellos al juez y ahora estaría en la plaza de Zocodover, de Toledo, y no en este camino.

Preguntó don Quijote a un hombre de barba blanca, que empezó a llorar sin responder palabra. Uno de los galeotes afirmó:

–Este honrado hombre va por cuatro años a galeras por alcahuete [93] alcahuete – сводник .

–Por ser alcahuete ―dijo don Quijote― no merece ir a galeras, porque es oficio discreto y necesario en una república bien ordenada. Sólo lo debería ejercer gente bien nacida y no idiotas y de poco entendimiento, como mujercillas y muchachos de poca experiencia.

–Así es ―dijo el viejo―, que yo nunca pensé que hacía mal en ello; mi intención sólo era que todo el mundo disfrutara y viviera en paz.

Y volvió a llorar. Sancho le tuvo tanta compasión que le dio una limosna.

Siguió don Quijote y preguntó a otro su delito, el cual respondió:

–Yo voy aquí porque vivía con cuatro mujeres a la vez muy alegremente, hasta que me descubrieron y me castigaron a seis años a galeras.

Detrás de todos venía un hombre bien parecido [94] bien parecido – приятной наружности atado con más cadenas que los demás. Preguntó don Quijote por qué iba así. El guardia le contestó que había cometido más delitos él que todos los demás juntos, y que era tan atrevido y peligroso que temían que fuese a huir. Añadió que estaba condenado por diez años y que se llamaba Ginés de Pasamonte.

–Así me llaman ―dijo el galeote―. Y ya me enfada este caballero con tanto querer saber de vidas ajenas. Si quieren conocer la mía, sepan que está escrita por estas manos. Y el libro es tan bueno que se venderá mejor que el Lazarillo de Tormes [95] Lazarillo de Tormes – анонимное произведение середины XVI века, считающееся образцом жанра плутовского романа y otros libros de ese género, porque el mío trata de verdades, verdades tan lindas y tan graciosas que no puede haber mentiras que las igualen.

–¿Y cómo se titula el libro? ―preguntó d Quijote.

La vida de Ginés de Pasamonte ―respondió.

–¿Está acabado? ―quiso saber don Quijote.

–¿Cómo puede estar acabado ―contestó― si aún no está acabada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta la última vez que estuve en galeras. Y no me importa volver, porque allí tendré tiempo para acabar mi libro.

–Pareces hábil ―dijo don Quijote.

–Y desdichado ―respondió Ginés―; porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio.

Don Quijote se volvió a los galeotes y dijo:

–De todo lo que habéis dicho he sacado en limpio [96] he sacado en limpio – сделал вывод que sois castigados por vuestras culpas, pero que vais en contra de vuestra voluntad. Todo esto me obliga a cumplir con vosotros la función por la que el cielo me arrojó al mundo, que es favorecer a los oprimidos. Así, quiero rogar a los guardianes que os desaten y os dejen libres, que no faltarán hombres para servir al rey. Además, estos hombres no os han ofendido a vosotros ―añadió dirigiéndose a los guardias―, y no se puede hacer esclavos a los que Dios hizo libres. Dios hay en el cielo que castiga al malo y premia al bueno, y no está bien que hombres honrados sean verdugos de otros hombres.

–¡Graciosa majadería [97] majadería – вздор, глупость ! ―respondió el guardia―. Ni nosotros los podemos soltar ni vuestra merced tiene autoridad para mandarnos. Siga, señor, por su camino, colóquese bien esa bacía que lleva en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato [98] buscando tres pies al gato – лезть на рожон .

–¡Vos sois el gato, malvado! ―gritó don Quijote enfadado.

A continuación, lo atacó con su lanza y lo derribó del caballo dejándolo malherido. Los demás guardianes fueron contra don Quijote, que se libró porque los galeotes se soltaron las cadenas, con ayuda de Sancho, y se lanzaron contra los guardias, que huyeron corriendo por el campo. Don Quijote llamó a los galeotes y les dijo:

–De gente bien nacida es agradecer los beneficios que se reciben. En pago de lo que he hecho por vosotros, quiero que vayáis a presentaros a mi señora Dulcinea del Toboso y le contéis esta aventura de su Caballero de la Triste Figura .

En nombre de todos, respondió Ginés de Pasamonte:

–Lo que vuestra merced nos manda es imposible cumplirlo, porque no podemos ir juntos por los caminos, sino solos y por separado para que no nos encuentre la Justicia. Si lo desea, podemos rezar unas cuantas oraciones y dejar en paz el Toboso.

–¿Qué decís? ―gritó don Quijote muy enfadado―, hijo de puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llaméis, que debíais ir vos solo con toda la cadena a cuestas.

Pasamonte, que no aceptaba fácilmente las ofensas, al verse tratado de esa manera, avisó a los más galeotes, que se apartaron un poco y comenzaron a lanzar piedras a don Quijote, que no sabía cómo defenderse. Sancho se escondió detrás de su amo y así se libró de la lluvia de piedras.

Uno de los galeotes aprovechó que don Quijote había caído al suelo para quitarle la bacía de la cabeza y darle con ella tres o cuatro golpes en la espalda. Luego la golpeó contra la tierra hasta destrozarla.

Antes de huir les quitaron las ropas y se fueron cada uno por su lado para que no los encontrara la Justicia.

Don Quijote quedó triste al verse maltratado por los mismos a quienes tanto bien había hecho.

Capítulo XIX

La carta a doña Dulcinea desde Sierra Morena

Don Quijote, viéndose tan maltratado miró a su escudero y le dijo:

–Sancho, siempre he oído decir que hacer bien a villanos es echar agua en la mar. Si hubiera creído lo que me dijiste, nos hubiéramos ahorrado este disgusto; pero ya está hecho, paciencia. Aprenderemos para otra vez.

–Vuestra merced no aprenderá nunca ―respondió Sancho―. Pero ya que lo dice, créame ahora y vámonos, que la Justicia no sabe de caballerías andantes.

–Naturalmente ―dijo don Quijote―, eres cobarde. Pero esta vez seguiré tu consejo con la condición de que no digas nunca que me retiré de este peligro por miedo, sino por complacer tus ruegos. Si dices otra cosa, mentirás.

–Señor, el retirarse no es huir ―dijo Sancho― ni el esperar es cordura [99] cordura – благоразумие ; así que suba en Rocinante y sígame.

Subió don Quijote sin decir palabra y Sancho se dirigió a una parte de Sierra Morena, con la intención de esconderse algunos días para no ser hallados por la Justicia.

A don Quijote se le alegró el corazón al verse por aquellas montañas, que le parecieron apropiadas para las aventuras que buscaba. Recordaba los hechos que a otros caballeros andantes les habían sucedido en semejantes lugares solitarios y de duro caminar.

Iban poco a poco entrando en lo más áspero de la montaña, cuando Sancho preguntó a su amo:

–Señor, ¿es buena regla de caballería que andamos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino?

–Calla, Sancho ―dijo don Quijote―; te hago saber que me trae por estos lugares el deseo de hacer en ellos una hazaña con la que he de ganar eterno nombre y fama en toda la tierra.

–¿Es muy peligrosa esa hazaña? ―preguntó Sancho.

–No ―dijo don Quijote―, es todo cuestión de suerte y depende de tu diligencia [100] diligencia – (зд.) проворство .

–¿De mi diligencia? ―dijo Sancho.

–Sí ―respondió don Quijote―; porque si vuelves pronto de donde pienso enviarte, pronto se acabará mi pena y comenzará mi fama. Y para no tenerte preocupado quiero decirte mis razones. Has de saber que Amadís de Gaula fue el norte, la estrella, el sol de los valientes y enamorados caballeros a quien debemos imitar todos. De modo que el caballero andante que mejor lo imite estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería. Una de las acciones en que él mostró su prudencia, valor, firmeza y amor, fue cuando se marchó a hacer penitencia [101] se marchó a hacer petinencia – наложил на себя покаяние en la Peña Pobre, despreciado por la señora Oriana, y hasta cambió su nombre por el de Beltenebros. Así que en esto puedo imitarle mejor que derrotando ejércitos y deshaciendo encantamientos.

–Entonces, ¿qué es lo que quiere hacer vuestra merced en este escondido y lejano lugar? ―preguntó Sancho.

–Ya te he dicho ―respondió don Quijote― que quiero imitar a Amadís haciendo aquí el desesperado, el bobo y el lloroso, sin otras locuras que dieron fama a otros caballeros.

–Esos caballeros ―dijo Sancho― tenían motivos para hacer esas cosas, pero ¿qué causa tiene vuestra merced para volverse loco? ¿Qué dama le ha despreciado, o qué pruebas tiene de que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna tontería con moro o cristiano?

–Así está el asunto ―respondió don Quijote―. Si no tengo ningún motivo para hacer estas cosas, ¿qué no haría si lo tuviera? El que está ausente [102] ausente – (зд.) далеко, в разлуке , como yo de mi señora Dulcinea, todos los males teme. Loco estoy, loco he de estar hasta que vuelvas con la respuesta a una carta que contigo pienso enviar a Dulcinea. Si la respuesta es favorable, acabarán mi locura y mi penitencia, y si es al contrario, seré un loco de verdad y no sentiré nada. Así, sea cual sea la respuesta, saldré de dudas y del trabajo en que me dejas. Pero dime, Sancho, ¿tienes bien guardado el yelmo de Mambrino?

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