Vladímir Eranosián - 90 millas hasta el paraíso
- Название:90 millas hasta el paraíso
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- Год:2020
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– Pase Ud. – le susurró al oído un negro robusto de la escolta presidencial de Fidel.
Juan Miguel entró en el “Sancta Sanctorum”, un modesto despacho del líder de la República. En la pared estaba colgado un retrato hecho a óleo del héroe de la revolución, de un barbudo sonriente, Camilo Cienfuegos, cuya muerte originó en los círculos de la inmigración en Miami todo tipo de versiones acerca de las causas de su fallecimiento en un accidente aéreo fatal. Junto al retrato había un cuadro con la imagen del trabajo voluntario de los niños cubanos en la cosecha de la caña de azúcar, la zafra. Los muebles en el espacioso gabinete de Fidel no parecían ser lujosos. En el amueblado no había alusión alguna al estilo “kitsch” de palacio. Al contrario, algo hacía recordar el mal gusto, el burocratismo y el ascetismo del morador de este espacio.
Apareció Fidel. ¡Ahí está él! El hombre leyenda. El “Barbudo” con una barba ya enralecida. Un orador genial, capaz con su discurso fogoso, en el transcurso de muchas horas, de captar la atención de cualquier auditorio. Ni una sola vez perdió el hilo de sus comentarios, seguía la lógica de la narración, sin que confundiera las fechas, cifras y detalles históricos. Una persona que dispone de una memoria increíble y una voluntad inquebrantable. El héroe y “El Caballo”, el potro que pudo dar vida a la última criatura, siendo un viejo de 65 años…
Fidel apretó su mano. No permitió que fuera largo el apretón de manos, sino muy breve. Hubo una contracción muscular en la palma de la mano y Juan Miguel sintió en ese instante la potencia de una gran personalidad. El joven se turbó de la mirada fija de la persona №1 en Cuba, y así mismo sentía como lo taladraban los ojos de Raúl, del hombre №2.
– Juan Miguel, deberás emprender un viaje al juzgado a los EE.UU. Eso lo requieren las circunstancias, el derecho internacional y la Temis americana. En esto insisten el Ministerio de Justicia y los subordinados a este, el Servicio de Inmigración y Naturalización. La presencia del padre en el juzgado relacionado al asunto del retorno de su hijo Elián, lo desea también el pueblo norteamericano. Allí están seguros de que, en cuanto te liberes de mi vigilancia, naturalmente, pedirás refugio político en los EE.UU. Esto significa que el problema de la reunión del padre y el hijo se soluciona automáticamente, y para qué se armó ese escándalo ruidoso.
– Yo no voy a rendirme. Me han robado al niño, y yo quiero solamente una cosa: que sea devuelto Elián a su padre, a su país natal, donde se sentía feliz.
Las palabras del joven conmovieron a Castro, pero el Comandante no quiso mostrárselo.
– En 41 años transcurridos después de la victoria de nuestra revolución, la legislación americana no hizo a Cuba ni una sola concesión – continuó Castro – los recursos de los que disponen tus oponentes son ilimitados. Tanto en el aspecto jurídico, como en el financiero.
– ¿Y lo que se refiere a lo moral? – el joven cortó involuntariamente a Fidel. ¿Y el aspecto moral?
Fidel se cruzó la mirada con el hermano. A los dos les agradó la réplica del simple muchacho de Cárdenas, el cual no tomó en consideración las palabras de los oponentes, insistía en lo suyo.
– La parte moral de nosotros, de los cubanos, siempre se encuentra en el primer plano. Todo el pueblo, y cada uno de por sí, se incorporará a la lucha por su pequeño ciudadano. Iniciando este enfrentamiento, debemos tener sólidos motivos, no solo en lo jurídico, sino en lo moral también. Pero ten en cuenta, te esperan grandes pruebas.
– Estoy listo a enfrentarlas.
– Tu ímpetu es digno de elogio. Pero deberás llevar contigo a tu nueva esposa y a tu nene, así como a las dos abuelas de Elián.
– ¿Para qué han de estar ellos allí? Yo podría ir solo para traer a Elián.
– Entonces ellos dirán que Castro dejó como rehenes en Cuba a la nueva familia de Juan Miguel y a su madre. El joven está acorralado, en una situación sin salida. No puede ser libre en la toma de sus decisiones. Es inflexible en sus intentos de hacer volver al hijo a Cuba solo porque a los familiares les amenaza la represión física. ¿Es eso lo que quieres?
Juan Miguel, el padre del niño, por un instante quedó pensativo. Luego exclamó:
– Lo he comprendido.
– Te van a ofrecer mucho dinero y una vida paradisíaca…
– En el Edén no se necesita dinero – de manera segura lo expresó tajantemente Juan Miguel – Por lo tanto, América no puede ser paraíso para el cubano. Esto es una cuestión de honor.
– Para nosotros esto es aún una cuestión de confianza – intervino su palabra Raúl.
– No solamente para nosotros – confirmó Fidel – Todo el pueblo confiará a ti, Juan Miguel. Para once millones de cubanos de diferentes edades y sexos, naciones y grupos étnicos, católicos y “santeros” 1 1 "santeros" – descendientes de los esclavos, principalmente mulatos, seguidores del culto pagano “santería”, es de origen africano.
, tú y Elián se convertirán en símbolos de nuestro país. No hay pecado más terrible que el de engañar a la gente que haya confiado en ti… ¿Cómo se llamaba tu primera esposa, la madre de Elián? – de repente preguntó Fidel, como lo hacía habitualmente si le interesaban algunos detalles.
– Elizabeth Brotons – lo dijo muy despacio el joven cubano – No me dijo nada acerca
de sus planes…
– ¿Le eras fiel en el período de la vida conjunta?
Juan Miguel agachó la cabeza
– La respetaba mucho – expresó este, justificándose.
– Como varón yo te comprendo – Fidel se rascó la barba.
Y yo, siendo comunista, te recomiendo que pienses muy bien acerca de tu actual situación – expresó su opinión Raúl – No te exhorto a que mientas y te pongas a justificar tu conducta. Ten en cuenta, simplemente, que sus juristas van a engancharse a cualquier hilo posible, para denigrarte, desacreditar ante millones de norteamericanos la imagen de los comunistas, y como resultado, humillar a Cuba. El valor de cada palabra, pronunciada por ti en los EE.UU., crecerá de manera increíble. Nadie te obliga a confesar que habías sido infiel a tu cónyuge.Pueden aprovechar tu honradez, como instrumento contra tu patria. No les concedas a nuestros enemigos una información adicional. No les entregues personalmente un triunfo complementario.
– Hay una historia en la Sagrada Escritura – recordó a propósito el Castro mayor– Cuando José, queriendo aleccionar, y luego perdonar a los hermanos ruines, aprovechó un engaño pequeño. ¿No se necesitó el engaño, si este no se utiliza en aras de la bondad?
Este argumento debería ser el último que aprovecharía el hermano menor. Acaso
Fidel se ha olvidado de que todos estos cuarenta años de ataques contra Cuba, los yanquis llamaban a los cubanos “herejes”, y atraían a su lado el nombre de Dios. Los Conquistadores también aniquilaban a los indios bajo las banderas Santas. Fidel no pudo olvidar esto. Poseyendo tal memoria, probablemente cree que Dios está a favor de Cuba…
La conversación no finalizó así. Fidel le pidió a Juan Miguel que saliera por un rato, este tenía varias preguntas confidenciales a su hermano.
– ¿Qué está emitiendo la hostil radio enemiga, a la cual no pudiste silenciar completamente? – se interesó Fidel.
– Están demasiado cerca… Siguen el ruidoso escándalo histérico en torno al niño – informó Raúl. – Están transmitiendo también que has adquirido en Francia un yate tipo “flybridge” con un bar, una barbacoa y una bañera de mármol.
– Sería mejor dar a conocer que en este se hayan instalado giroscópicos estabilizadores de balanceo y un sistema que mantiene inmóvil el yate, sin usar el ancla. Ahora nuestros buzos podrán filmar para el pueblo los buques hundidos y la fauna del mar del Caribe, sin dañar con el ancla echada los arrecifes de coral.
– Siguen comentando que tú, a la manera de Gorbi, el cual devoró una pizza italiana para hacer publicidad, permitiste que te fotografiaran por dinero en zapatillas deportivas españolas.
– ¿Los niños recibieron las zapatillas?
– La primera partida de calzado ya la distribuyeron en dos escuelas de Sancti Spíritus y en un orfanato en Agramonte.
– Ellos prometían dar muchas zapatillas, y a Gorbachov, seguramente, le habían prometido mucha, mucha pizza…
– Creo que no le engañaron… para que él engañara a su pueblo. Además, Gorbi lo pedía, no para el pueblo, sino para sí, y eso significa que él no pedía tanto.
– El líder de tal pueblo de ninguna manera debía pedirlo… – expresó pensativamente Fidel – Sea como sea, yo no comprendo quién les dio el derecho de llamar a su vil radio con el nombre de nuestro héroe nacional, José Martí. Siléncialos.
– Están demasiado cerca…
– ¿Qué opinas sobre este muchachito de Cárdenas?
– Es que tú sabes mi opinión. Hasta el fin confiaba solamente en dos personas, en el hermano, que es cinco años mayor que yo, y en el Che. Ahora, solo en mi hermano.
– Quiero charlar cara a cara con este muchacho. Vete a hacer tus asuntos – ordenó Fidel y pidió que llamaran a su despacho al señor González…
– Eres incorregible – así se expresó Raúl, yéndose del despacho – Aún sigues creyendo en la gente…
Al volver Juan Miguel al despacho del Comandante, este comprendió que el líder cubano quería hablar francamente con él.
– Cuéntame sobre tu Elizabeth y Elián – pidió Fidel.
Juan Miguel le narró su historia. Quedo muy sorprendido. Era increíble que, a pesar de estar tan atareado, el líder del país hubiera escuchado todo hasta el final, apenas de vez en cuando interrumpiendo al narrador y exigiendo de este pormenores para concentrarse en los detalles…
Municipio Varadero, Cuba
Días antes de la tragedia
Lázaro Muñero, gamberro menudo, que soñaba con ser un gran contrabandista, al fin se decidió a infiltrarse en la habitación de un entrado en años burgués de Fráncfort. Vino a descansar con su nieta veinteañera. El cómplice del efractor, Julio César, ayudante del barman del hotel “Siboney”, prometió entretener al alemán un rato, deteniéndole en la barra del bar.
Lázaro entró sin ninguna dificultad en la habitación. Le han servido para esto los hábitos de cómo usar la ganzúa, adquiridos en los años de su juventud. Entonces, realizó su primer hurto con fractura, extrayendo del despacho del director de la escuela los medios recolectados por los alumnos para comprar medicamentos destinados a los niños de Chernóbil.
En aquella época el gobierno de Cuba aprobó una decisión sin precedente: sanar gratuitamente a los niños irradiados ucranianos. Si a Lázaro lo hubieran pillado en aquel momento, el asunto habría adquirido más bien un carácter político que penal. Pero la sospecha recayó en otro alumno, cuyos parientes denigraban a Castro, aún en los años de la dictadura de Fulgencio Batista, y ahora residían en Florida. Al muchachito inocente lo expulsaron de la escuela, lo que Lázaro acompañó con una sonrisita, jactándose ante una nueva amiguita: “¡Lo torpe que son!”
“¡Qué hermosura!” – por un instante, Lázaro quedó maravillado del lujo de la habitación del hotel y, mirando nerviosamente en torno suyo, se puso a buscar dinero y objetos de valor que pondría en su sombrero de paja. Después de revisar las mesitas de noche, él descubrió un frasco de agua de colonia “Carolina Herrera”, que ya estaba casi vacío. Se perfumó con mucha abundancia y se dirigió al tremó. En la caja había varios billetes arrugados de diez pesos. No era tan grande el botín… ¡Pero en la otomana azul, al lado de la cama, él tropezó con una videocámara! El ladronzuelo la empaquetó cuidadosamente en el sombrero.
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