Vladímir Eranosián - 90 millas hasta el paraíso
- Название:90 millas hasta el paraíso
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- Год:2020
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La tarea de la parejita era simple. Primero, pasan a la discoteca, aparentando ser unos enamorados. Luego, la mulata encuentra a un extranjero y se pone de acuerdo en reunirse con el cliente en la calle. Lázaro se la lleva del club y la acomoda en el coche del turista. Ella le entrega diez pesos “convertibles” por el servicio, de los cuales dos llegarán al “pico” del guardia. Todos quedan satisfechos.
Lázaro Muñero García en más de una ocasión se vio realizando tales negocios. Los guardias de “La Rumba” le reconocieron y uno podía notar en estos una alegría prudente, ya que esperaban recibir una propina.
La parte principal del trayecto de la puta – que se extendía en torno a la pista de baile, llena de un público variado – ya se había superado. Lázaro hasta tuvo tiempo de apurar tres copas de “cubalibre”. Lo bueno es que la entrada la pagó la compañera.
No se puede decir que Lázaro haya agarrado una borrachera hasta la insania, pero su natura bronquinosa empezó a mostrar actividad en busca de cómo usar las maniobras de judo, aprendidas aún en el colegio. Sin embargo, la sed de dinero fácil y el miedo ante una docena de miembros de la seguridad apagó el inicio de un escándalo.
Pero se vertió hacia afuera la pasión del eterno discutidor respecto a las disputas. Dicen que en la discusión nace la verdad. ¿Y si ambos discutidores están seguros en que sus justificaciones son correctas y no toman en consideración los argumentos del oponente? Los expertos aseguran que en tales discusiones muere la verdad…
– ¡Actuando así vas a buscar largo tiempo a un cliente! – Lázaro vociferó con irritación a Yoslaine, pegada a la barra esperando a algún turista simpático. No quisiera entregarse a un bebedor, un gordinflón o un monstruo.
– Así no se hacen los asuntos – incitado a largas peroratas con el cóctel de turno de ron blanco y cola, continuó Lázaro – hay que buscarlo no entre los jóvenes juerguistas, los cuales arden por bailar. ¡Estos pueden bailar con frenesí un par de horas, sin pensar en una chica! Ahí hay dos. Están sentados con un fin muy concreto – enganchar a alguien. ¿Quieres yo mismo se lo explique a ellos? Solo el precio por mis servicios se duplicará. ¿De acuerdo? Un billete de veinte. ¿OK?
–Ponte de acuerdo mejor con tu Elizabeth. ¿Cómo es que te aguanta? – hizo pasar tras los dientes Yoslaine – ¿Sabe ella que tú eres un animal ordinario?
–Eres tan audaz porque aquí todo está lleno de vigilantes –dijo rabiosamente Lázaro –Y si no, te metería tu lengüita aguda en aquel único lugar, al cual está destinada.
–Sí, un animal ordinario –repitió Yoslaine, sonriendo al mismo tiempo a un italiano. Aquel de manera extraña reaccionó a la sonrisa y los gestos de llamada de la mulata, y eso bastó para concluir que era gay.
–Primero, no es ella la que me aguanta, sino yo la aguanto. Soy seis años menor que ella y yo soy un guapetón – continuó, haciéndose un reclamo con aplomo, el ex barman – Segundo, está loca por mí y está segura de que yo la amo. – ¿Le has pegado ya alguna vez? – era una pregunta normal respecto a Lázaro. – No – contestó él.
– Entonces, ella tiene dinero o algo imprescindible que tú necesitas tanto – la ramera hizo esta conclusión – claro, naturalmente, es camarera en Varadero. ¡Te alimentas a costa de ella!
– Estoy en condiciones de sustentarme – no lo aceptó Lázaro.
– Sí, pero solamente a expensas de las mujeres o asuntitos turbios.
– ¡Esto lo está diciendo una ramera ordinaria!
– Se lo está diciendo a un jinetero.
– ¡Muy pronto le meteré caña, chuchas vendibles!
– ¿Volverás a largarte a Miami y luego volverás a la cárcel? ¿Ella sabe que tú estuviste de manera ilegal en los EE.UU., que te agarraron y ahora te encuentras bajo la vigilancia de la policía?
–Lo sabe.
– Lo dudo mucho… Aunque las agujas en un costal no se pueden disimular, y tú eres una aguja verdadera, tratas de emplastarte en disgustos y arrastrar así a los que te rodean. – ¡Tonta! ¡Soy el muchacho más perspectivo en toda la comarca! Cuatro meses me las pasé tomando el sol en las playas de Miami Beach. ¿Sabes lo que he comprendido yo? ¡Aquí no tengo nada que hacer! Aquí soy un elemento antisocial, eso soy yo. Escoria de la tierra. Criminal. Parásito. ¡Cómo los odio a todos!
– ¿Para qué has vuelto, entonces? ¿Para que los guardafronteras te “acogieran” y te encarcelaran? ¿Para que luego te rescataran con dinero de las rameras piadosas?
– He vuelto porque en aquel sistema es difícil lograr éxitos si no posees un capital inicial. Empezar siendo lavaplatos no es para mí. Esa profesión podrá quedarse contigo para siempre. El primer dinero puede ser ganado aquí. Mejor dicho, con ayuda de aquellos que residen aquí, pero allí tienen familiares ricos. Tú les ayudas a ellos – estos te ayudan a ti.
– Robar es lo más fácil y menos peligroso – como si lo estuviera viendo Yoslaine, la cual solía ratear a los clientes.
Esto son minucias – iba expansionándose el pobre hombre de negocios, estando ya bien mamado – voy a tener una flotilla entera que se dedicara al traslado ilegal de los cubanos a Miami. Ni siquiera voy a surcar las aguas del golfo de Florida. Solamente acancharé buques, contrataré equipos y recogeré dinero de los ricachones norteamericanos por el traslado desde Cuba de sus desdichados parientes.
– ¿No tienes miedo? Es que soy miembro del Comité de Defensa de la Revolución – la chica no se sorprendió ni un ápice al oír los grandiosos planes de Lázaro, pero, como de costumbre, no los tomó en serio…
… En realidad no había nada que pudiera asombrar a uno con tales proyectos. El embargo y las limitaciones de visas de Estados Unidos para los cubanos hacían imposible el tráfico legal al “paraíso” a tales personas como Lázaro Muñero.
En primer lugar, a tales tipos nunca les dejarían pasar “los suyos” – Fidel Castro disponía de su propia lista para casos de esta índole. En segundo lugar, no querían admitir a tal categoría de refugiados en el otro lado del mar – ¡a quien le hace falta un individuo con reputación de criminal!
Sin embargo, los norteamericanos no habían tomado en consideración algo muy importante. Hasta, mejor dicho, no contaron la cantidad de aspirantes, los cuales saltarían a chorros al “país de las mil maravillas”, si el tío Sam abre las compuertas. Aunque no sean oficiales. Pero, naturalmente, nadie en Norteamérica empanzada pudo prever la reacción del Comandante a la acogida cordial de los estadounidenses a los migrantes ilegales, provenientes de su Isla. En el año 80, se registró algo extraordinario – “como piedra caída del cielo”, – cuyo nombre es “Mariel” …
Actuando en el cauce de su política de descreditar el régimen dictatorial de Castro, y flirteando con la diáspora cubana de Florida, que iba cobrando fuerza, los yanquis recibían con los brazos abiertos a todos los fugitivos de Cuba. A todos, los que lograban alcanzar las costas ilegalmente, en barcazas robadas, pequeñas improvisadas embarcaciones, en balsas, botes, lanchas destartaladas y yates rechinantes, hasta en los aviones de pasajeros, tomados por la fuerza.
Aquellos, a los que antes les negaban las visas en los propios EE.UU., comprendieron que obtendrían lo deseado, si iban a empuñar las delincuencias so pretexto especioso de heterodoxia. A los que pisaron la costa disfrutable de Florida, ciudadanos de Cuba, inmediatamente los subían hasta las nubes como refugiados políticos, les concedían cartas de ciudadanía, trabajo y subvenciones.
Ahí es cuando sucedió un caso imprevisto. La finalidad de mostrar a todos los norteamericanos, que el socialismo es el mal más allá de los límites, que de este todos huyen, ligada a una idea fija de hacer una mala jugada a Fidel personalmente – todo esto en conjunto fracasó. Fidel abrió el puerto Mariel para todos los aspirantes a abandonar la isla. En total hubo 125 mil personas…
A Florida se precipitaron todos los que tomaban por asalto las embajadas extranjeras, abrigando la esperanza de acelerar su partida de la Isla de la Libertad al continente norteamericano, ya que este era el sueño de ellos. La mayoría de estos no sabía que tendría por delante soñar con una suerte mejor, fregando los pisos y lavando los platos a los nuevos dueños. Iban a hablar de la Libertad sin haberla conocido y perdiéndola para siempre. En efecto es libre solamente el que se siente libre dondequiera. No se sentían libres en su patria, los EE.UU., mientras tanto, te daban una oportunidad, pero no a todos. Pero difícilmente, en la categoría de selectos figuraban los que nunca habrían evaluado la libertad, ya que no la habrían comprendido. Los que de manera incondicional la aceptarían perdiendo la libertad por “un tarro de mermelada y una cesta de galletas”.
Junto con los disidentes, a los más escarceadores de ellos con motivo de este caso hasta los soltaron de los manicomios, Castro embarcó en las barcazas a miles de criminales, a los que se cansó de alimentar en sus cárceles.
Las autoridades de inmigración se llevaron las manos a la cabeza, pero ya era tarde. La descomunal marea que trajo la escoria inundó las calles de Miami, completó las filas de los pordioseros y los marginales, y al mismo tiempo las bandas callejeras, las corporaciones de asesinos y los sindicatos de narcotraficantes. Solo los hermanos Castro habrían podido meter en un puño a los gánsteres cubanos.
Miami se hizo el cielo en rejas para los bandidos ambiciosos de origen cubano en muchos casos, pero ya en una cárcel del Tío Sam, o una necrópolis. Para algunos este lugar se convirtió inicialmente en un trampolín para una rápida ascensión a los superiores eslabones de la jerarquía criminal, y solamente después se hizo necrópolis. El final, en esta ocasión, ya lo tienes diseñado y vaticinado, como el fin de la película hollywoodense “El precio del poder” con Al Pacino, siendo este el capo de la droga Tony Montana, que no reconoció bajo la influencia de la cocaína su mortalidad propia, hasta habiéndose ido al otro mundo.
Como resultado, los senadores y congresistas, los que cabildean los intereses de los oligarcas y latifundistas que perdieron sus bienes en Cuba, no pudieron hacer la mala jugada a Castro. Y, entonces, con pocas ganas, anunciaron un armisticio temporal, aumentando la cuota de visas. Se redujo la cantidad de migrantes ilegales. Pero hasta cierto tiempo. La paz entre la Cuba socialista y el pilar del mundo libre, Estados Unidos, como tal no podía existir. El embargo no ha finalizado. Venían turnándose las generaciones de cubanos en condiciones de un embargo incesante. Las numerosas sanciones económicas hacían endurecer al pueblo, formaba en la gente la diligencia y la parsimonia, pero al mismo tiempo estas venían creando a nuevos aventureros, dispuestos a aprovechar el déficit reinante en el país. Lázaro Muñero García era uno de ellos. Su “ business project ”, desde el punto de vista de materializarlo en la vida, no parecería ser utopía ni a los residentes habitantes del lujoso Miami, ni a los ciudadanos de Cuba, cansados del realismo socialista, que están esperando el “transfer” prohibido a Florida.
Hay que destacar las décadas de la confrontación con la más poderosa potencia, reforzaron a Fidel en la tesis de Lenin sobre la posible victoria de una revolución socialista en un solo país. Su espíritu, desmoralizado por haberse desmoronado el país de los Soviets, se afianzó a fines de los años noventa al adquirir un nuevo aliado en la persona del formidable Chávez. Lo que significaba que la guerra continuaba.
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